La música y los recuerdos

Hoy. Un año más. Mucha gente en estos doce meses ha olvidado muchas cosas, no sabe siquiera que han pasado doce meses, ha olvidado sumar, ha olvidado leer o escribir, ha perdido el habla y la sonrisa en algún recóndito lugar de su cerebro. Ya no puede abrocharse una camisa y no sabe llevarse la cuchara a la boca. Ha olvidado cómo se llama el amor de su vida y no reconoce a sus nietos. Ha olvidado quién es.

Sin embargo, si te acercas a su oído y cantas las primeras frases de Angelitos negros, o tarareas «Dos gardenias para ti, con ellas puedo decir…» un Te quiero saldrá de sus labios. Es así de alucinante, lo prometo, lo he visto con mis propios ojos. ¿Por qué sucede? Porque estoy segura de que la música ocupa una mente distinta; una mente que no apaga el maldito alzheimer. Una mente que es como la aldea de Asterix, resistiendo en mitad del vasto imperio romano.

Cuando despertamos esa mente a través de la música, la memoria se activa, las emociones dormidas se despiertan, aparecen sonrisas en quien ya no suele sonreír, las manos que ya no pueden coger una cuchara se mueven al compás, y unos pies bailan, pies que ya pensábamos que habían olvidado para qué estaban al final de esas piernas.

Hay un proyecto de un tipo fantástico que se dedica a ayudar a toda esta gente a despertar.  Y hoy pensando sobre ello me he dado cuenta de que mi vida está unida a la música no con un fino hilo, sino con una auténtica autovía de ocho carriles. Todas las personas que significan o han significado algo en mi vida tienen una canción, o varias, asociadas en mi memoria: mi padre poniendo el Adagio de Albinoni en el tocadiscos los fines de semana, mi madre tocando Coppelia al piano mientras yo me inventaba pasos de ballet a su espalda, mi hermano mayor que me enseñó a amar a Duncan Dhu sobre todas las cosas, mi hermano mediano sacando de oído canciones de Nirvana a la guitarra, mi sobrino hace sólo un par de años quedándose dormido al compás de Pandora… Podría seguir así durante horas: mis abuelos, mis tíos, mis amigos (mis abuelas, tías, amigas, también, claro). Los grandes momentos de mi vida, los buenos y los malos, tienen banda sonora. Y los días que no son grandes momentos, también: mi día a día tiene música, cada día, en muchos momentos. Cuando tengo una conversación y una palabra enciende una canción en mi gramola interna. Cuando entro en una tienda y cazo al vuelo una estrofa de mi cantante favorito. Cuando un músico en el metro toca mejor de lo habitual y «me obliga» a apagar mi propia música y escucharle. En el coche, en la cocina, en la ducha, mientras escribo un informe en el trabajo… Es posible, incluso, que alguna vez hablando contigo esté cantando en mi interior.

No sé si ésto me servirá para darle esquinazo al Alzheimer, pero espero que si acabo en un centro o una residencia, alguien haya continuado con este maravilloso proyecto; alguien me haga sentir, reír, cantar y recordar como lo hacemos los que trabajamos en este mundo cuando cantamos (con muy mala entonación a veces) Clavelitos de mi corazón como si nos fuera la vida en ello.

Cada 21 de septiembre es un día especial para mí. Me gusta recordar por qué trabajo en lo que trabajo. Siempre dejo una canción que significa mucho para mí en este día, pero hoy dejo algo diferente que a mi madre, mi mayor fan, seguro que le encantará

Acerca de violetafou

Cuando era pequeña, me prometía a mí misma que, al crecer, todo mejoraría. Creo que fui demasiado optimista, pero ya que he llegado hasta aquí, no pienso defraudar a aquella niña.
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4 respuestas a La música y los recuerdos

  1. Cofsca dijo:

    !!Bravisimo!!!!
    Ciertamente sucede to lo que tan bién has contado y yo también cada dia en mi cotidiano paseo canto una canción y es curioso cómo alguna se repite según estado de animo;las iré guardando a partir de hoy para que me puedan ayuda en un mañana.
    Hoy le dedicaré un bolero a esos «queridos abuelillos» que han perdido tanto..
    Linda dedicacion la tuya y dura.
    Mi beso del día

  2. Vértigo dijo:

    Es una tradición leerte un día como hoy. Y como marca la tradición, me emocionan tus palabras y se me hace un nudo el estómago. Me siento afortunada de que tengamos nuestra canción.

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